1. Las células muertas de la piel: Desprendemos millones de células de la piel al día, así que, a menos que se eliminen activamente las que no se caen de forma natural, la piel va a adoptar un aspecto grisáceo sea cual sea el tono de piel. Se puede pensar en esa acumulación de células muertas como en el polvo: Hasta que se limpie será una capa sucia que impida que la piel refleje la luz.
Solución: Exfoliar suavemente una o dos veces por semana.
2. La contaminación medioambiental: El aire contaminado contiene una gran cantidad de pequeñas partículas, como la suciedad y el dióxido de azufre, que crean radicales libres en la piel. Los radicales libres dañan el colágeno y estimulan la producción de pigmentos con el paso del tiempo, y cuando el tono y la textura de la piel son desiguales, ésta difumina la luz y parece apagada.
Solución: Lavar el rostro por la noche, todas las mañanas y todas noches. Si la suciedad del día se queda en la piel, penetrará y la dañará mientras se duerme.
3. El estrés: Un plazo de entrega del trabajo, una discusión o una mala noche de sueño pueden generar nervios y estrés. Entonces surgen las tres palabras más temidas por parte de un tercero: "Pareces cansada". Sea cual sea la forma que adopte el estrés, el resultado es el mismo: los niveles de cortisol aumentan, la respuesta de lucha o huida se pone en marcha y el flujo sanguíneo se dirige a los órganos vitales, no al rostro, lo que hace que la piel tenga un aspecto cetrino.
Solución: Que nos digan que nos relajemos o que descansemos tiende a elevar más los niveles de cortisol en lugar de reducirlos, por mucho que lo recomendemos, no siempre es posible por lo que otra alternativa es probar un rápido masaje facial durante la limpieza o la aplicación de la crema hidratante. Es una forma estupenda de estimular el flujo sanguíneo, que aportará luminosidad y rellenará la piel.
4. Estado de deshidratación: Sin hidratación, la piel parece apagada, pero el problema va más allá, es más profundo. La pérdida de hidratación por debajo de la superficie de la piel -en la dermis y los niveles inferiores de la epidermis- provoca una disminución del grosor de la piel, Un ejemplo muy visual es pensar en un globo desinflado: no brilla tanto como uno inflado.
Solución: Aplicar una crema con activos hidratantes y efecto iluminador.
5. Alimentación: Los oligoelementos son vitales para formar los antioxidantes naturales del cuerpo, que protegen los componentes de una piel sana y radiante. Pero es difícil obtener las cantidades diarias recomendadas sólo a través de los alimentos (las prácticas agrícolas actuales hacen que el suelo esté cada vez más desprovisto de nutrientes, según un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences).
Solución: Toma un multivitamínico diario que incluya selenio, cobre, hierro y zinc.
6. La exposición solar: La exposición solar puede generar manchas en la piel y la hiperpigmentación generalizada puede dar lugar a una piel moteada. El daño solar también es una de las principales causas del debilitamiento del colágeno, y de la piel apagada.
Solución: Usar protector solar. Ningún tratamiento será efectivo mientras la piel siga expuesta sin ninguna protección.
7. Las hormonas se desajustan: Cuando los niveles hormonales fluctúan -a causa de la pubertad, la menopausia, los medicamentos u otras circunstancias incontrolables- suelen afectar al aspecto de la piel. Basta con ver lo que ocurre cuando el estrógeno baja, dejando una mayor proporción de testosterona: La piel puede volverse más grasa, y la untuosidad crea un brillo superficial que acentúa los poros y hace que la ésta parezca menos resplandeciente. El melasma, una forma hormonal de hiperpigmentación, deja manchas oscuras que no se desvanecen con los abrillantadores tópicos, porque el pigmento se arraiga tanto en las capas superiores como en las más profundas de la piel.
Solución: las mascarillas de arcilla eliminan el exceso de grasa de la piel y ayudan a aportar luminosidad a la tez.